Mil millones de personas en el mundo con diversidad funcional enfrentan barreras físicas, sociales, económicas y actitudes que los excluye de participar de una forma total y efectiva como miembros iguales en la sociedad. Entre los más pobres del mundo hay un número desproporcionado de estas personas y carecen de un acceso equitativo a recursos básicos, como la educación, el empleo, la atención sanitaria y también a sistemas de apoyo sociales y legales. A pesar de esta situación, la discapacidad se ha mantenido en gran medida invisible en la agenda principal de desarrollo y en sus procesos.
Para las personas discapacitadas no existe un contexto, una edad, un país, una cultura, en la que su diferencia no sea lo primero que se vea de ellos y lo que los defina absolutamente. Pues, son simplemente, la discapacidad que tienen, pues así han sido catalogados por esta sociedad. No podemos ignorar que gran parte de estas discriminaciones se deben a nuestras concepciones sobre las personas en situación de discapacidad.
Las propias personas discapacitadas no son conscientes de hasta qué punto están discriminadas. La mayoría se creen enfermos y siguen considerando la discapacidad como tragedia personal. La discapacidad no es una enfermedad y por mucho que avance la ciencia y la medicina no existirá una sociedad sin discapacidad a no ser que haya una sociedad sin diversidad corporal o intelectual de ningún tipo. La vida de un discapacitado es una continua lucha, desde lo más básico que es intentar sobrevivir, hasta lo más esencial que será vivir.
Pese a estos obstáculos, las personas con discapacidad han mostrado gran valor y capacidad de resistencia. No obstante, si bien siguen siendo alentadores los ejemplos de quienes alcanzan los niveles más altos del logro humano, ese hecho no debe ocultar las dificultades a que se enfrentan los que viven en condiciones precarias y carecen de derechos, privilegios y oportunidades que están a disposición de sus conciudadanos. Los gobiernos deben hacer más en apoyo de las personas con discapacidad.
Se trata entonces de cambiar la sociedad de manera que se adapte a las necesidades específicas de las personas con capacidades especiales, para lograr que alcancen la plena ciudadanía de la que en la actualidad están privados. Pero no se trata sólo de cambiar o adaptar los edificios e instalaciones, sino que es el concepto entero que la sociedad actual tiene de estas personas lo que hay que cambiar.
En mi opinión, quienes han tenido la difícil oportunidad de sentirse o estar en los márgenes, han podido disfrutar de un privilegio especial de la vida, que les da un mayor sentido de la justicia y de la ética, de la solidaridad y de la resistencia. Creo que tener que vivir y levantarse desde el margen te hace más fuerte y valioso como ser humano, pues se experimenta una inapagable experiencia de lucha por la justicia y por la autovalorización, que al mismo tiempo de fortalecer a las personas, pone en nuestras manos capacidades y herramientas muy útiles en muchos otros aspectos de la vida. Por lo tanto, es necesario e imperante, que con un espíritu empático hacia la lucha del día a día de cada una de estas personas, nos comprometamos y solidaricemos con ellos en una lucha por construir una sociedad más justa y más integradora, considerando la misma como una experiencia que debe enseñarse y transmitirse.
Por esta razón, es importante felicitar la decisión acertada de conmemorar el Día Internacional de las Personas con Discapacidad, pues ofrece una oportunidad para impulsar la necesidad de romper barreras y abrir puertas con el fin de crear una sociedad que incluya a todos, modificando las actitudes que fomentan la estigmatización e institucionalizan la discriminación de estas personas.
Construyamos juntos una sociedad inclusiva para todos, porque trabajar en favor de las personas con discapacidad, es trabajar también en favor de un país más justo, solidario y saludable.
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